martes, 3 de noviembre de 2015

"TRUMAN": PURO SENTIMIENTO





Acabo de ver la película "Truman" y me siento en la obligación de recomendarla fervientemente, si quiera porque la felicidad compartida es más felicidad. 

Al margen de constatar su éxito a través de los comentarios del público, he consultado lo que opinan algunos críticos después de su visionado, personas con criterio que han dedicado unos minutos de su tiempo a desmenuzar  el contenido del mensaje. 

Algunos dicen que su director, Cesc Gay, muestra sin contemplaciones el valor de la amistad, el pragmatismo del antihéroe que llora por dentro y la ética que gira en el entorno de un enfermo cuasiterminal. 

Afirman también que el film no se ve, ni tampoco se escucha. Que, simplemente, se siente. Que se trata de un duelo interpretativo entre dos de los mejores actores del momento -el argentino Ricardo Darín y el español Javier Cámara-. Y que su bellísima propuesta de forma y fondo no necesita de la evolución explícita en sus personajes ni del afloramiento sentimental, que lo lleva íntimamente y  lo expone con sutileza, sin grandilocuencias e invitando al debate moral. 

En "Truman", nombre del adorable perro de uno de los protagonistas, nada es en vano. Su realizador ofrece un enfoque adulto, centrado en el lado más crudo de la vida, y muestra su soberbia capacidad para narrar, sin caer en clichés, una historia trágica con honestidad y simpatía, situando su epicentro en lo más verdadero y trascendente que nos queda tras un diagnóstico mortal: las relaciones personales, encarnadas aquí en un Cámara que lo da todo. Amor y amistad puestos a disposición de un Darín que, a cambio, nada pide. 

Coincido, asimismo, en que se trata de una de esas cintas que establecen un nuevo orden, porque nos regala una historia de estructura simple pero de valor sentimental inmenso, sin exponerla a las lágrimas ni elevarla a lo sobrenatural. Se trata, sencilla y llanamente, de dejarlo todo preparado para ese ineludible viaje sin retorno, de despedirse sin dejar cabos sueltos. Enorme desafío. 

Gran perspectiva, gran tratamiento y gran final -de esos que nos deja con una sonrisa que acompaña al alma encogida- para un film de valores en peligro de extinción que anhelamos recuperar. Una particular entrevista con la muerte en la que Cesc Gay apunta directo al corazón de una manera certera y próxima. 

Imposible no salir tocado, aunque en absoluto hundido, de un título que es PURO SENTIMIENTO.


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